BERRIAK | Internet | Ba al dakizu norekin ixten den sure semea bere logelan?
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Osteguna, 2010(e)ko apirila(r)en 01-(e)an 17:54etan

Se empieza “chateando “, bajando música..., pero se puede acabar enganchado al ordenador. Los expertos alertan sobre esta peligrosa patología que ya se trata en los hospitales. Cuatro familias nos cuentan su experiencia.

  • Adrián (16 años, 4º de ESO):

“Aprendí a copiar trabajos para el colegio. Los profesores flipaban conmigo”.

“Con nueve años entraba en los chats. Mentía en la edad y me enrollaba con gente mayor. Luego me hice un amigo con el que jugaba al ajedrez. Después descubrí el Rincón del vago, donde aprendí, entre otras cosas, a copiar trabajos y ejercicios que luego presentaba en el colegio como si fueran míos. Los profesores flipaban. Suelo conectarme todos los días entre las diez y las 12 de la noche. Pero a veces me dan las cuatro de la mañana. Antes iba con amigos a los Ciber y por mil pesetas cada uno pasábamos la tarde jugando. Se trataba de pegar tiros: terroristas contra antiterroristas. Pero ya he perdido mucha afición a eso. Con un programa hemos aprendido a infectar el ordenador de un amigo para poder luego entrar en él y cambiarle las cosas de sitio, esconderle documentos..., pero más en plan de broma que en serio”.

Al principio todo parecía un juego: amigos nuevos, ajedrez...pero poco a poco se fue descontrolando el tema, y decidimos poner una clave y somos su padre o yo quienes le encendemos el ordenador. Lo cierto es que la comunicación familiar se ha resentido. Adrián es muy sociable fuera de casa, pero dentro es muy distinto; está comiendo, leyendo o conectado a internet. A su cuarto lo llamo “la cueva del guerrero”. Con él tengo claro que el castigo más efectivo es “No sales y te quedas sin internet un mes” (Mª Jesús, madre de Adrián).

  • Eduardo (13 años, 2º de ESO):

“Al principio me metía en páginas de sexo, pero luego dejaron de interesarme”.

En casa tenemos dos ordenadores. Uno está en mi cuarto y es muy lento. Pero el que yo uso es el que está en el salón, que es el bueno. Al principio me metía en chats para vacilar a gente desconocida. Y en páginas de sexo. Pero luego dejó de interesarme. Ahora lo uso para escribir, bajarme música, películas...Cuando llego del colegio, a veces hago los deberes con él .Busco información, traduzco cosas del alemán que luego presento al profesor...Lo normal. Suelo estar conectado hasta las diez. Cuando voy a casa de amigos, nos metemos en el ordenador con algún juego. A veces, por bajarme programas raros o intentar instalar algún sistema operativo especial me han cargado el ordenador. Es que me gusta mucho investigar programas. Estar un día sin ordenador me fastidia bastante, pero me entretengo leyendo”.

Yo intento ponerle límites, pero como hemos hecho un trato-ante todo, sacar buenas notas- y lo cumple, tampoco me preocupa mucho. Pero creo que está demasiado tiempo delante de la pantalla. Aunque yo a veces también me conecto a las conversaciones de mis hijos desde el ordenador de su cuarto. Nos contamos cosas o nos damos recados de una habitación de la casa a otra (Loren, madre de Eduardo).

  • Virginia (19 años. Estudia Publicidad y Relaciones Públicas):

“El ordenador es lo único que me divierte. Si me lo quitaran, me moriría”.
“Me conecto todos los días a partir de las ocho de la noche, me meto en el messenger, y me pueden dar las dos de la mañana. Más tarde no, porque empiezo a estar cansada y al día siguiente tengo clase. Admito que no leo nada porque no me gusta. Lo único que me interesa es comunicarme por el messenger porque no hay nada mejor que hacer a esas horas. Si me quitaran el ordenador me moriría porque no hay nada que me divierta más. Reconozco que noto algo de mono. Tengo 150 contactos, aunque casi siempre hablo con los mismos. 15 o 29 amigos. Mantengo cinco conversaciones a la vez sin perderme. A veces, siete u ocho, pero ya me vuelvo loca y me pierdo. Cuando tengo exámenes, me organizo y “chateo” un poco para relajarme. Es mi ocio, mi único ocio”.

Su adicción es clara. Mi hija vive aislada de nosotros. Durante la cena se levanta un par de veces para ir al ordenador y hablar con alguien. Cuando está en el baño, sale antes de terminar de ducharse, con la toalla enrollada, para seguir una conversación. Pasa seis horas diarias conectadas. ¡ Es demencial! Vive en un mundo irreal. Ahora la ayuda un psicólogo, pero es ella la que ha de ir encauzando el problema (Madre de Virginia).”

  • Raúl (17 años. 2º de Bachillerato):

“Me pusieron contraseña en el ordenador, pero hay formas de saltárselas”. “En mi casa hay tres ordenadores: el de mi madre, el de mi hermana gemela y el de mi hermana mayor. Yo tengo que compartirlos con ella porque no tengo ninguno. Empecé como todo el mundo: con el messenger para hablar con amigos. Luego para pasar apuntes, fotos... Después ya fui metiéndome en los juegos de rol, aunque tienen mala prensa por el desconocimiento que hay sobre ellos. En la web en la que estoy yo, se trata de eliminar a las hordas del diablo. Por internet conecto con gente de muchos países y de todas las edades, con sus vidas ya muy hechas. Mis padres me castigaron sin ordenador porque saqué un cero en química. Incluso me pusieron contraseña para entrar, aunque no sirven ya que hay formas de saltárselas. Pero no estoy enganchado y espero que pronto me vuelvan a poner el ordenador en mi cuarto”


Internet tiene enganchados a miles de adolescentes que, al volver del colegio o antes de acostarse, han adquirido la costumbre de conectarse a la Red para hablar con sus amigos. El ordenador es, en muchos casos, una gran ayuda para realizar sus tareas escolares y muchos padres ven en ello la solución perfecta para mantener entretenidos y en casa a sus hijos. No piensan que, lejos de tenerlos controlados y seguros, están expuestos a uno de los mayores peligros de nuestro tiempo: la ciberadicción. Jesús García Pérez, jefe de la unidad de pediatría social del Hospital del Niño Jesús de Madrid, tiene muy claro el problema: “Yo cada vez que me encuentro en la consulta con más hijos horizontales: esos cuyos padres salen de sus casas mientras ellos aún no se han levantado y regresan cuando ya se ha acostado. Yo los llamo los niños “llave” porque van con las llaves de su casa colgadas del pantalón y pueden entrar y salir siempre que quieran. Por eso, cada vez es mas frecuente que estén solos en su cuarto cuando vuelven del colegio: bueno, solos con el ordenador. La falta de relación con la familia les lleva a comunicarse a través de la Red. En poco tiempo, las horas que el niño pasa en el colegio se ven superadas por las que pasa conectado a internet”.

Un buen día, el chico pide a sus padres que le instalen el ordenador en su cuarto. Si bien en muchos casos tampoco es necesario que el chico lo sugiera porque éste suele ser el único lugar de la casa donde tienen cabida monitor, ordenador e impresora. El siguiente paso lo da el niño cuando adquiere la costumbre de cerrar la puerta de su habitación cada vez que se conecta a internet. En ocasiones, los padres hasta consienten poner un cerrojo a la puerta. Y en el peor de los casos, la familia lo celebra: “Nunca ha estado más tranquilo y nos ha dado menos guerra”. El niño empieza así a engancharse a su “canguro virtual”.

Entre los seis y ocho años al niño se le despierta el interés por los juegos de ordenador; en torno a los 12, por los mensajes que se envían a través de los teléfonos móviles. El 66% de ellos descubre en internet una herramienta de ocio mucha más atractiva que la televisión. En España, más de 890.000 menores de edad navegan en busca de juegos, películas, música, correos, chats... Y se calcula que se acercan al millón los internautas de entre 6 y 17 años en nuestro país. Por lo general, los chicos dedican mucho más tiempo que las chicas a internet, principalmente a juegos y música. Sin embargo, el uso principal que hacen ellas es el de chatear y estar en contacto con sus amigas, si bien la adicción parece darse más entre los varones.

Las primeras señales de alarma son el aislamiento, la incomunicación, la agresividad, el bajo rendimiento en los estudios y la aparición frecuente de tics compulsivos. Con el tiempo, ante una adicción severa pueden llegara producirse trastornos de tipo oral y escrito, problemas para comunicarse cara a cara, para trasmitir sentimientos, poco dominio del lenguaje corporal e incluso la aparición de una doble identidad “on line”, con la que el adolescente se encuentra más satisfecho y termina huyendo de su imagen y del mundo real para encerrarse en uno virtual.

El doctor García Pérez considera que se ha llegado a un alto riesgo de adicción cuando se cumplen estas reacciones: satisfacción y euforia ante el ordenador, pensar en internet cuando se están haciendo otras cosas, mentir sobre el tiempo real que se está conectado o jugando a un videojuego (entre 20 y 40 horas a la semana), descuidar la vida de relación (familia, amigos, trabajo...), manifestar inquietud o angustia cuando se está conectado e intentar cortar con el ordenador y no conseguirlo.

“Las primeras adicciones suelen manifestarse en torno al llamado cybersexo- asegura el doctor García Pérez-. Pero yo quiero desmitificar mucho este tipo de atracción porque es la más pasajera de todas, aunque es la que más alarma causa entre los padres. La atracción por el sexo se pasa al cabo de un tiempo, casi siempre sin dejar secuelas. Después, con los “chats” aparecen lo que en pediatría llamamos adicción a la ciberrelación: esa sí, una de las más peligrosas, como la adicción ciberlúdica. Finalmente, la cibercompulsión les suele llevar a realizar todo tipo de compras por internet o arrastrarlos incluso a la ludopatía”.

Las cifras sobre las preferencias de los usuarios de internet indican que el 38 por ciento de los adolescentes españoles que se conectan visitan asiduamente páginas de contenido violento: el 28, webs pornográficas, y el 16, racistas. Entre los 8 y los 14 años, el 44 por ciento de los chicos han sido acosados sexualmente de una manera virtual; el 30 ha facilitado un e-mail alguna vez y el 16 ha comunicado su dirección física. A los 14 años, el 54 por ciento de los usuarios no conoce las normas mínimas de seguridad. Para muchos padres, instalar filtros es la única forma de que sus hijos naveguen seguros. Los filtros impiden el acceso a determinadas páginas, limitan los horarios de navegación, impiden realizar compras, enviar datos personales,... Pero sin duda, lo más importante y efectivo para atajar la ciberadicción y prevenir situaciones indeseadas es la educación.